miércoles, 4 de abril de 2012

Piedra, piedrita, piedra.

No importa en que momento o en que lugar, la mayoría de los humanos hemos tenido relaciones que nos frustran. Es curioso ver como nuestra opinión de estas relaciones cambia en función de nuestra posición. Si la vemos desde fuera siempre nos preguntamos "Si se siente así ¿por qué no acaba con esto de una vez?" pero desde dentro las cosas se ven de forma distinta. Llega un momento en que la frustración se vuelve desesperación y te preguntas "¿Vale la pena?". No sé cuales son vuestras autorespuestas, pero la mía siempre es "No." Aun así, es difícil desprenderse de los sentimientos cuando no te han hecho daño directamente, cuando simplemente se trata de un comportamiento o detalles de la propia relación o persona que nos golpean constantemente. Pensamos en él/ella, nos imaginamos como sería la vida si se comportase como nosotros/as queremos, pero no nos damos cuenta de que si fuese así no serían ellos mismos, y tal vez nuestros sentimientos cambiarían.
Aún así, llega un punto en que es necesario desprenderse de esa persona, en que sabes que te encuentras en un laberinto, parada en el mismo punto desde el principio por que a ti o a tu compañero os da miedo avanzar a través de un camino que no sabéis a donde os puede llevar. Así es la mente humana,siempre nos ponemos en el peor de los casos, no nos lanzamos por miedo a que el camino sea el equivocado, a que nos caigamos y nos hagamos daño, a llegar a un callejón sin salida del que tendremos que salir dando vuelta y volviendo al punto de origen, por miedo a que si nos equivocamos y tenemos que dar marcha atrás, cuando volvamos nada sea lo mismo. Pero esas no son las preocupaciones que nos deben rondar a la hora de emprender una relación o dar un paso en la misma, claro que no. Las preocupaciones son un mal compañero de cama.
Debemos preguntarnos seriamente "De verdad, ¿Me vale la pena?", entonces seguramente obtendremos nuestra respuesta de siempre y en ese momento debemos volver a insistir "Realmente ¿Me vale la pena?". Si piensas en arriesgarte a avanzar por el sinuoso laberinto con una persona, párate un segundo y reflexiona, si has empezado esa ruta específicamente con esa persona es por que en el fondo sabes que tú la has elegido, debes preguntarte por qué, aun que en el fondo ya sepas la respuesta. Y ¿por qué dudar o preocuparse? Debes preguntarte "¿Qué pasará si no funciona?" "Lo que ocurra ¿Será un resultado tan malo?" "Puede que esté mal un tiempo pero realmente ¿Cuánto tiempo?" "¿Es para tanto?"
Cada uno sabe cuales son las respuestas a estas preguntas, y si no son las adecuadas para lanzarse o darle una oportunidad a esa persona, entonces debemos reflexionar sobre que es lo mejor para cada uno de nosotros.
Ponerse en el lugar de una persona que nos ve desde fuera puede ser fácil, lo difícil es cuando vuelves a estar dentro, usar la información que tu misma has recolectado sobre ti, sobre vosotros, para usarla de la forma correcta. Los seres humanos somos así nos equivocamos una y otra vez, nos dejamos llevar por el miedo, pero aun así los errores por mucho que se alarguen en el tiempo o por muchas veces que los repitamos, son pinceladas en un lienzo prácticamente en blanco así que: tendremos que seguir equivocándonos, seguir avanzando, vivir para poder terminarlo.